En mis inicios realicé estudios básicos con maestros de la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado conocida como “La Esmeralda”, más con afán de exploración de las técnicas disponibles para poder comenzar a darle salida a ese deseo de expresión que quería ser exhibido, existían ideas abstractas encerradas en la cabeza que querían ser dibujadas y había que sacarlas.

O aquello que impide exista y que es necesario hacer a un lado. Básicamente, este ha sido el concepto abstracto rector que me ha inspirado a lo largo de los años.

Con temáticas diversas como pretexto para darle forma a los estilos y a los distintos formatos. He sido leal al óleo sobre tela, pero he incursionado fuertemente en el acrílico y últimamente en el esmalte derivado del polyester, amante de la seriedad y la permanencia que le dan estas técnicas a los cuadros.

Se vuelven muy reales y complicados de ejecutar y siempre estaré abierto a explorar nuevas técnicas que surjan de la prueba – error.

Suena descabellado, pero así sucede, como un ritmo que se va construyendo con la nota previa. Cada cuadro es una idea abstracta que se va representando lentamente. Incluso hay algunos que nunca terminan de explicarse o se quedan tan abstractos, como esas ideas que vienen a la mente, pero nunca logran aterrizar. También hay otros que cobran significado años después de haber sido pintados.

Al igual que la meditación o el ejercicio, pintar me inspira y me energiza. La ansiedad y la duda se pulverizan frente a cualquier bastidor en blanco y en su lugar van surgiendo las respuestas del alma, es la forma en que logro plasmar mis obras, disfrutando la felicidad que me brinda hacer una pintura, sorprendiéndome día con día, cuando parece que  todo esta dicho, me sale del alma una nueva abstracción que tiene que ser expresada.